La verdad es como una manta que siempre te deja los pies frios, la estiras, la extiendes pero nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas pero desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo, solo nos cubre la cara mientras gemimos, lloramos y gritamos.

El club de los poetas muertos

sábado, 24 de septiembre de 2011

Un comienzo

Abre los ojos. El fogonazo de luz irrumpe en su ceguera: es tan blanco y tan intenso que no puede más que entornarlos. El vacío rodea su débil cuerpecito, arremete el frío y los ecos retumban en sus oídos. Novedad, desconcierto, angustia, pánico. La humedad cala en su fina piel y el vértigo cada vez es más intenso.

No respira-. Sonidos confusos lo golpean.

Manos calientes lo palpan. Nuevas texturas y sensaciones llegan como oleada de estímulos. Le sacuden. Otra vez. –Venga vamos -.

Es esa trémula voz tan conocida, pero más nítida que nunca, la que hace que le recorra un profundo escalofrío. Ese cálido murmullo, que por favor se repita otra como tantas veces. Lo desea, lo ansía ¡Lo exige! El llanto inunda la sala. En ese momento el aire penetra en sus pulmones de golpe, el pecho lo oprime, se revoluciona. Una risa sofocada lo sigue terminando en sollozo; es algo más grave, algo más maduro pero sin ápice de pena. Le permiten posarse sobre otro cuerpo y, aunque en ese momento desconoce de quién se trata, lo siente, reconoce esa forma tan confortable tras nueve meses, siete días y catorce horas de dulce balanceo y arropo. Así, sin más, es arrojado al mundo con tormentosa entrada por un tobogán claustrofóbico, sin manual de instrucciones, sin avisar, sin más opciones ni capacidad de elección. Así, saliendo desde el punto de partida, nace, existe, parpadea.

Y.T.R

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